Tras dos meses y medio de viaje, dejamos América y dimos un gran salto a través del Pacifico para aterrizar un Auckland. Ya estamos en Oceania! Bueno, técnicamente ya estuvimos cuando visitamos la Isla de Pascua, pero queda mejor así.
Algunos habréis notado que no escribí nada sobre Santiago de Chile, a pesar de haber pasado casi 4 días allí. No fue por pereza (ejem), sino porque la ciudad me dejó bastante frío. A pesar de ser una capital grande, con más de 8 millones de habitantes, le falta para mi gusto algo de carácter y armonía. Prácticamente no hay edificios históricos ni barrios con solera. Quizás el barrio más auténtico fuese Yungay, en el que estuvimos alojados, pero no conseguí conectar con el resto de la Ciudad.
Vamos pues con Nueva Zelanda. Lo primero que se nota al llegar, es que estamos en unos de los paises más civilizados del mundo: limpieza escrupulosa, equipamientos de primera, respeto absoluto por el medio ambiente, civismo. Sin salir del aeropuerto ya me encantó esta tierra. Claro que, en mi caso, es fácil ganarme para la causa si al salir por las puertas me encuentro con esto:
Auckland, ubicada en la isla Norte, es la ciudad más grande de Nueva Zelanda y su principal centro económico. Con 1,2 millones de habitantes, alberga una cuarta parte de la población total del país. Sin embargo, la sensacion dista mucha de la que se tiene en general en ciudades de este calibre, ya que la mayoría de las construcciones son casas unifamiliares con jardín, al estilo de las zonas residenciales estadounidenses. Además, la profusión de vegetación y zonas verdes minimiza el impacto que tienen las construcciones en el paisaje y genera una sensación de amplitud y silencio que raramente hemos visto antes.
Casa de estilo georgiano en Devonport
Sí existe un centro urbano con sus rascacielos y edificios importantes, pero realmente representa una ínfima parte de la ciudad. En el downtown destacan, entre otros, la SkycityTower, el campus de la Auckland University con su Torre del Reloj y la antigua residencia del Gobernador o la Terminal de Ferries.
También destacan por su bullicio los muelles, llenos de restaurantes y actividades, así como el Museo de Auckland, en el parque homónimo, que realmente alberga 3 museos en uno: Museo de Historia Natural, Museo de la Guerra y Museo de los pueblos de Nueva Zelanda y Oceanía. Además, aquí asistimos a una representación de danzas y cantos maoríes bastante entretenida.
Representación de danzas maoríes
Otra de las características de Auckland es su morfología, ya que la ciudad se asienta sobre más de 50 antiguos volcanes que se han transformado con el tiempo en colinas de suaves pendientes recubertas de césped y árboles. Además, las bahías que se encuentran al este y oeste de la ciudad, con sus costas recortadas y angulosas, y las islas que se encuentran a proximidad (alguna con su propio volcan, como la isla de Rangitoto), la hacen especialmente atractiva. Salvo cuando hay una erupcion volcánica, claro.
Aunque Nueva Zelanda no es un país barato para nuestros estándares (sobre todo la vivienda), sí nos llamó la atención que los precios de la gasolina o de los supermercados fueran comparables a los de España. Incluso en los mercadillos se pueden encontrar todo tipo de objetos a precios muy económicos.
Otras cosas que nos han llamado la atención son lo deportista que es la gente en general y la exaltación de la vida sana (en muchos parques, por ejemplo, no se permite fumar). Ah, y la seguridad que se respira, en contraposición con lo que habíamos vivido hasta ahora.
La primera impresión, desde luego, es inmejorable y no es de extrañar que Auckland este siempre en la lista de la mejores ciudades del mundo para vivir.
Bahía de Auckland