Start spreading the news, I'm leaving today... cantaba Frank Sinatra, y eso es lo que hacemos hoy.
Salimos de Nueva York a Cancún y pasaremos de las temperaturas gélidas al sol del Caribe, del epítome de la modernidad a la cuna de una de las mayores civilizaciones que han pisado la faz de la tierra, de la ajetreada vida urbanita a la parsimonia que (espero) respiraremos en México.
Pero basta de grandilocuencia y vayamos al grano. En primer lugar, y para que la familia esté tranquila, todo ha ido bien en estos últimos días. Tras aterrizar en el JFK fuimos directos a Brooklyn a nuestro apartamento y, con apenas tiempo para soltar las mochilas, nos metimos en la piltra.
Primer día.
Sorprendentemente, a las 6 y media de la mañana estábamos en pie, listos para nuestra primera caminata (sí, esa es la palabra) por Nueva York. Aprovechando el cielo semi-despejado nos fuimos a recorrer Central Park de punta a punta, compartiendo la calzada con ciclistas, corredores y alguna ardilla despistada. Vistas desde la High Line
Después, seguimos hasta High Line, una antigua vía de metro elevada que fue reconvertida en paseo ajardinado. De ahí, nos acercamos al Chelsea Market, con sus tiendas delicatessen, algunas de las cuales bastante curiosa (como la de mariscos, en la cual vimos patas de más de medio metro del cangrejo de Alaska).
Por la tarde, y tras un reparador descanso en el apartamento, pusimos rumbo al MoMa (Museum of Modern Art) para aprovechar los Free Friday patrocinados por Uniqlo (sic). A pesar de las masas y de la algarabía, pudimos admirar algunas de las mejores colecciones de arte del siglo XX, así como alguna exposición temporal realmente interesante.
Acabamos nuestra jornada en Times Square, asombrados por la descomunal descarga de watios que se concentran en un mismo espacio, y preguntándonos si tanto neón y tanto Led es realmente sostenible. Allí se respiraba consumismo en estado puro y me entraron repentinas ganas de comprar un Rolex, comer Reese's, y embadurnarme de cosméticos L'Oréal...
Segundo día.
Aprovechando que el día se anunciaba bastante bueno, nos acercamos al puente de Brooklyn, uno de los iconos de la ciudad. De hecho, en su día (1883) su construcción fue un hito de la ingeniería por la complejidad y dimensiones de la obra; aún a día de hoy impone por su monumentalidad a la par que elegancia.
Seguimos nuestro paseo por Wall Street aunque, al ser sábado, no se respiraba el ajetreo que se debe vivir durante la semana. No es una zona especialmente agradable, pues los edificios están pegados unos a otros y hay una cierta sensación de agobio o claustrofobia provocada las moles que se levantan a su alrededor. Vamos, es como estar en Mordor (literal y figuradamente) .
Acabamos la mañana cogiendo el ferry a Staten Island, un pequeño crucero "subvencionado" por el ayuntamiento de Nueva York (hablando en plata: es gratis) y que nos permitió contemplar el skyline de la ciudad y pasar por delante de las islas de Ellis, Governor y Liberty.
Ferry a Staten Island
La tarde la dedicamos a visitar Chinatown y Little Italy, pasear por el centro de Manhattan y terminamos con un paseo en teleférico a la isla Roosevelt (ver sección "Imprescindibles").
Tercer dia
Tras una noche de lluvia intensa, el día se presentaba propicio para una visita a cubierto, por lo que decidimos ir al Museo Americano de Historia Natural (si, el que aparece en la película Noche en el Museo) . Allí, tras un simbólico donativo (pagas lo que quieras por tu entrada), pudimos contemplar - entre otros- una de las mejores colecciones de restos y fósiles de dinosaurios que hay en el mundo.
Yo, cuando me entra el hambre
Además, tienen dioramas espectaculares y muy realistas recreando los diferentes ecosistemas y hábitats del planeta, así como salas muy bien documentadas sobre poblaciones indígenas de todo el mundo. Por lo que se refiere a la población indígena local y su prole, la vivimos (y sufrimos) con resignación. Supongo que es el precio a pagar por visitar un museo familiar un domingo por la mañana.
Tras una reparadora comida en un restaurante en Broadway, fuimos a visitar la Biblioteca Pública de Nueva York y la estación Grand Central, terminando nuestra jornada con otro buen paseo antes de volver al apartamento.
Grand Central Station
Biblioteca pública de NY
Cuarto dia
A pesar de que nuestro avión no sale hasta la tarde, decidimos dedicar la mañana a descansar, escribir y preparar nuestras mochilas.
Por lo que respecta a nuestra estancia, ha sido una buena forma de empezar esta vuelta al mundo. Como aspectos positivos, me quedo con la escala monumental de la ciudad, la amplia oferta cultural disponible y la agradable sensación de anonimato que se respira.
En el otro lado de la balanza tengo que mencionar el lamentable estado de la Red de metro de NY, indigna de una ciudad de este calibre: sucio, viejo, confuso y con frecuencias bastante mejorables, es el peor metro que he cogido en mi vida (y he cogido unos cuantos).
Tampoco es para echar cohetes el estado de las calles y del mobiliario urbano, que no ha cambiado en los últimos 40 años. Tengo que decirle a Abel Caballero que invite al alcalde de NY para que vea como se cuida una ciudad.
Aún así, valió la pena el "desvío" y, si tenemos la ocasión, volveremos.