Pensaba hacer un post en la sección "Imprescindibles" para nuestra visita a Chichén Itzá pero he decidido incluirlo en esta entrada y dejar la mencionada sección para experiencias más inesperadas o desconocidas.
Nuestra primera idea era salir de Cancún temprano para llegar a Chichén Itzá a media mañana, hacer la visita y dormir después en Pisté (pueblo cercano); finalmente decidimos, con buen criterio, salir por la tarde de Cancún, hacer noche en Pisté (con una breve parada en Valladolid) y estar a primera hora en las taquillas del yacimiento.
Así, después de una noche aderezada con los continuos cacareos de varios gallos del vecindario, nos encaminamos a las puertas del parque para comprar nuestras entradas. He de mencionar que en 2019 las autoridades mexicanas decidieron exprimir un poco más a los turistas y duplicaron los precios de acceso al recinto (ahora, 24€ por persona).
A pesar de ello, entramos con el ánimo resuelto y nuestro primer encuentro fue con el Castillo. La famosa pirámide de Kukulcán - pues ese es su nombre-, que forma ahora parte de las 7 maravillas del mundo moderno, asombra e impone a partes iguales. Es un prodigio de la arquitectura, parcialmente restaurado y mide 30 metros de alto. Por cada una de sus caras hay una escalinata de 91 escalones que, sumados a la terraza superior, dan un total de 365. Seguro que Iker Jiménez se quedaría sin habla.
A pesar del intenso calor, recorrimos todos los templos y edificios que se pueden ver, pero no visitar o escalar: el Juego de Pelota, la Casa de las Monjas, el Observatorio, el Templo de las Mil Columnas, etc. Os explicaría todo con detalle, pero está todo en la Wikipedia.
Un aviso para futuros visitantes: llevad mucha agua. Aunque nosotros íbamos preparados, yo acabé un poco deshidratado y con dolor de cabeza. El calor puede ser muy fuerte allí.
Tras terminar la visita, nos fuimos directos a Mérida dónde pasamos los 2 días siguientes.
El primer día visitamos la ciudad, de estilo típicamente colonial, con sus calles dispuestas en cuadrantes, sus edificios de color pastel, sus plazas ajardinadas. Es una ciudad que no aparenta ser demasiado grande pero tiene cerca de 800.000 habitantes. Eso sí, al ser todas las construcciones de planta baja o de solo un piso, su extensión es enorme.
En Mérida las temperaturas alcanzaron los 37° y nos tomamos las horas centrales del día para reponer fuerzas en el apartamento. Por la tarde, aunque tampoco había refrescado gran cosa, nos acercamos a la Plaza Grande para ver el ambiente y escuchar algo de música local, mientras veíamos bailar a parejas de gente mayor.
Al día siguiente nos fuimos de excursión a la Hacienda Ochil, una antigua plantación de henequén (planta parecida al agave) ahora reconvertida en museo y restaurante (ver sección "Imprescindibles") y nos relajamos por la tarde yendo al cine, porque no todo van a ser visitas culturales.
Si tengo tiempo (y no estoy siendo sarcástico) escribiré una entrada sobre la otra cara de nuestro viaje, sobre las sombras o los momentos menos glamurosos de nuestro día a día, porque haberlos hailos.