27 Sep
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Pagoda Sule

Myanmar, anteriormente conocido como Birmania, era hasta hace pocos años un país regido por una junta militar y en buena medida aislado del mundo.Las cosas cambiaron hace una década con la llegada de las primeras elecciones democráticas en muchos años, lo que propició un rápido crecimiento de su economía. 

Una de las figuras más emblemáticas de este país y en buena medida artífice de est apertura es Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz e hija del líder independentista Aung San, una auténtica leyenda en Myanmar. Las cosas han cambiado mucho en esta última década y, si en 2010 no había un solo cajero automático en el país, ahora los hay a miles y el dinero fluye (sobre todo del extranjero) con tasas de crecimiento parecidas a las de China. No obstante, todavía es un país en el que queda mucho por hacer y el déficit de infraestructuras y servicios públicos es todavía muy notable. 

Nuestra primera parada fue la antigua capital Yangon (antes llamada Rangun), una ciudad de pasado colonial que cuenta con algunos edificios de bella factura, aunque muchos en urgente necesidad de rehabilitación. Como en el resto de Myanmar, los templos están omnipresentes y son parte fundamental de la cultura y modo de vida de los birmano. 

Con faldas y a lo loco

La Pagada Sule, en el corazón de la ciudad, y el templo Shwedangon Paya son dos paradas obligatorias para cualquier visitante de Yangon. Los dorados, estupas, ofrendas y estatuas de Buda se multiplican, y es habitual ver a monjes y monjas de todas las edades, tanto en estos lugares como por las calles: ellos con togas granates, ellas con togas rosas. Eso sí, todos y todas con las cabezas perfectamente rasuradas. A menudo se les puede ver en grupo yendo de tienda en tienda pidiendo algo de arroz en su cuenco de acero que llevan a todas partes, o alguna limosna. Quizás sea una de las estampas más características de Myanmar, pues se ha repetido todos los días en nuestro periplo birmano. 

Monjas budistas 

Los parques son otro de los atractivos de Yangon, por ser zonas agradables cuando el calor aprieta (y aquí aprieta de verdad). Con pequeños lagos y zonas ajardinadas, el lago Inya y el parque Kandawgy (con su Palacio en forma de mastodóntico barco) son buenos lugares para pasear y tomarse un buen café helado y, de paso, reponer fuerzas con alguna ensalada de frutas o plato de fideos chinos. 

Nuestro guía en DalhaUna de las excursiones que recomiendo particularmente es cruzar el río en ferry para visitar Dhala, un conjunto de pueblos donde se puede palpar el modo de vida de la gente local. Sentados en un rickshaw biplaza algo incómodo, nuestro guía nos fue llevando por los barrios de la ciudad, con paradas ora en un orfanato, ora en una tienda de objetos reciclados, ora en un templo. Nos pudimos dar cuenta de las dificultades que tienen en su día a dia: falta de canalización de agua potable, ausencia de alcantarillado, viviendas precarias. Aún así, y aunque suene a tópico, no les falta una sonrisa cuando ven pasar a turistas. A veces pienso que todos los europeos deberían pasar unos días aquí para apreciar de verdad la suerte que tienen por haber nacido en países "desarrollados". Desgraciadamente, nos gusta quejarnos. 

En Yangon también tuvimos tiempo de visitar la casa en la que residió U Thant, el que fue Secretario General de las Naciones Unidas entrq 1961 y 1971, una de las personalidades más relevantes de la historia reciente de Myanmar. Y para no desdeñar el aspecto lúdico y cultural, fuimos a un espectáculo de marionetas (en una casa particular), un arte que desgraciadamente se está perdiendo. 

Teatro de marionetas en Yangon

Nuestro siguiente destino, Bagan, fue declarado este año Patrimonio Mundial de la Humanidad. Con más de 4.000 templos (desde capillas a pagodas), es un lugar que se dio a conocer por las fotos en las que se ven globos aerostáticos sobrevolando los templos rodeados de bruma. Nosotros no subimos a los globos (un lujo que se cotiza a más de 300€ por persona), pero sí visitamos montones de templos.  

Templos de Bagan

Los más espectaculares, para mi, fueron aquellos construidos con ladrillos y diseminados por el valle, a veces en zonas algo recónditas, rodeados de árboles y senderos polvorientos. En algunos de ellos incluso, como el de Sulamani, se conservan bastante bien las pinturas murales interiores, muchas narrando escenas de la vida de Buda. En casi todos, la configuración era parecida, con una o varias entradas a una capilla que alberga un buda y, en los más grandes, pasillos interiores laterales que dan la vuelta al templo. A menudo se veían grupos de cuatro, cinco o seis pagodas, mandadas construir por algún devoto en busca de redención espiritual. 

Templo escondido

Otros templos, más concurridos, tenían un aspecto más habitual, con chedis dorados en su centro y pasillos que llevaban a los laterales en los que se encontraba, invariablemente, una estatua de Buda. Curiosamente, muchas de las estatuas están adornadas con luces de colores e incluso con aureolas de neones. Supongo que es el precio a pagar por el progreso. De todas formas, al ser estos templos más habituales en el resto del país, me llamaron menos la atención. 

Lo que sí es sorprendente es el fervor religioso de la gente o, más bien, la espiritualidad de la que hacen gala. Los monjes son respetados, los omnipresentes cepillos (del tamaño de urnas para votar) están repletos de billetes, las ofrendas se renuevan a diario. Es una constante en todos los países budistas, desde luego, pero en un país pobre como Myanmar, sorprende más si cabe. 

El 22 de septiembre, día de mi cumpleaños, alquilamos un pequeño barco que nos llevó por el río Irrawaddy a lo largo de la ribera. Entre la ida y la vuelta, pudimos tener una visión distinta de los templos y pudimos ver una magnífica puesta de sol desde la proa del bote. Sólo nos faltó rememorar la escena de Titanic para completar el cuadro.  Claro que íbamos a tener una ración doble de río en nuestro camino a Mandalay, pero eso será en el próximo post. 

"My heart will go on" 

Por último, tengo que señalar que durante nuestra estancia en Bagan tuvimos la suerte de quedarnos en un hotel recientemente inaugurado, con habitaciones amplias y bien decoradas, y con un comedor en una terraza estupenda con buenas vistas. Aunque parece algo frívolo, después de 3 meses de hoteles este tipo de satisfacciones valen su peso en oro. Tengo el nombre y dirección, por si a alguien le interesa (y no, no llevo comisión). 

"SuperBuda" 

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