16 Apr
16Apr

Como os comentaba en la entrada anterior, la costa del Pacífico es árida en prácticamente toda su extensión, y Chile no es una excepción. 

Cuando salimos de Arequipa en dirección a Tacna y la frontera, los paisajes siguieron siendo muy similares a los que llevamos viendo en los últimos días, con tierra, piedra y arenas por doquier. Eso sí, las vistas son increíbles y dignas de películas del oeste o, si me apurais, del planeta Tattoine de Star Wars.

Duna Dragón en Iquique

Cuando llegamos a Arica, e incluso dese el momento en que atravesamos las aduanas, ya notamos las diferencias entre Perú y Chile. Para empezar, la fisionomia de la población es diferente y en Chile predomina la gente de tez blanca y rasgos europeos, cuando en Perú los rasgos son mucho más quechuas y la tez oscura. 

Además, el nivel económico es más elevado en Chile, lo que se refleja en ciudades de estilo más europeo y mejor equipadas, calles más cuidadas, un parque automovilístico más moderno. 

Ah, y en Chile se respetan las normas de circulación. El solo hecho de ver los coches deteniéndose en los pasos de cebra ya nos llenó de emoción y nos hizo olvidar un poco los riesgos que entrañaba cruzar una calle en México o Perú. 

Catedral de Arica


Nuestra primera parada fue Arica, una ciudad costera que tuvo su época de gloria con la plata de Potosí primero y con la industria del salitre después. Es una ciudad que se estira por varios kilómetros entre el mar y los acantilados costeros, con un centro pequeño pero animado. 

Destacan como principales puntos de interés su catedral y antiguo edificio de aduanas, ambos diseñados por Gustave Eiffel, y el morro de Arica, un promontorio situado en un extremo de la ciudad y en el que se se recuerda el asalto victorioso al mismo por parte del ejército de Chile el 7 de junio de1880, durante la guerra del Pacifico. 

Vistas desde el morro de Arica


Tengo que explicar brevemente esta guerra, ya que es un tema todavía muy presente en Chile. Básicamente, este conflicto se desarrollo entre los años 1879 y 1883 entre Chile, por un bando, y Perú y Bolivia por otro. Las causas son diversas según quien cuente la historia, pero el resultado fue que Chile se anexionó una parte importante de territorios bolivianos (Antofagasta) y peruanos (Arica, Iquique), incrementando su territorio en un tercio y cortando el acceso al mar de Bolivia. 

Bien, pues en el morro hay toda una exaltación a la valentía del ejército chileno, con una bandera descomunal, monumentos, una tumba al soldado desconocido... y unas vistas espectaculares de la ciudad. 

En Arica también comimos espléndidamente en un pequeño restaurante/cantina del Puerto, en el muelle, y con vistas a los lobos marinos que se relamian con los peces que les lanzaban los turistas. 

Disfrutando de un rico ceviche


Nuestra siguiente parada fue Iquique, una ciudad costera vacacional con un clima esplendido: 20-26° de temperatura máxima toto el año, 15-20° de mínima. Aqui nos dedicamos a relajarnos y disfrutar de la playa y del bonito paseo marítimo, cosa que no habíamos hecho demasiado hasta ahora. Aunque nunca he estado en Canarias, me imagino que será algo parecido, aunque aquí no había casi turistas. Imagino que será un destino nacional para los chilenos y para los jubilados. 

Paseo Baquedano

Ademas del Paseo Baquedano (calle peatonal) y sus casas de madera de finales del siglo XIX, y de la Plaza Prat, el punto más emblemático de la ciudad es ahora la réplica de la Corbeta Esmeralda, en el muelle de Iquique. Construido en 2011, este barco-museo glorifica la corbeta original hundida durante la batalla naval de Iquique por un buque peruano, el monitor Huáscar. 

Corbeta Esmeralda

Resulta curioso que una derrota se magnifique de esta forma, pues además de la réplica , hay otros monumentos dedicados a la corbeta Esmeralda: el museo naval, la boya que indica el lugar donde se hundió y que se puede ir a ver en barco, monumentos por la ciudad. Además, el nombre del comandante que murió en el envite, Arturo Prat, está ahora en calles, plazas y escuelas. Repito, es curioso. 

De esta primera etapa chilena, me llaman la atención dos cosas: el patriotismo exacerbado del que hacen gala los chilenos (por lo referido anteriormente) y la sensación de estar en un país más parecido al nuestro en todos los aspectos: comida, arquitectura, costumbres. Veremos que nos depara el desierto de Atacama. 

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