14 Jul
14Jul

Templo Gunung Kawi Sebatu

Tras un vuelo nocturno desde Cairns, aterrizamos en Denpasar (Bali) pasada la medianoche del 7 de julio. Después de una noche en un hotel cercano al aeropuerto, cogimos un taxi que nos llevó a nuestro hotel principal, a las afueras de Ubud. Allí nos esperaba una habitación-bungalow frente a un gran jardín con piscina y palmeras, alejados del ruido de la carretera. Empezaba nuestra semana de relax tras dos meses de furgoneta. 

Antes de nada, hay que mencionar que hay "varios" Bali, en el sentido de que las zonas de la isla son bastante diferentes entre sí, aunque todas bastante turísticas, sobre todo en el mes de julio. Si el sur está lleno de surfistas y abarrotado de gente y tráfico, también es la zona menos atractiva de la isla, a pesar de tener algunas de las mejores playas.

Tráfico en Bali

El centro es más tranquilo, con sus templos rodeados de arrozales y, aunque Ubud no escapa al turismo masivo, al menos es más agradable y está menos contaminado visual y acústicamente. 

En cuanto al norte, no lo llegamos a visitar, pero creo que es una zona más tranquila y verde, dominada por los volcanes Batur y Agung. Nos quedará para la próxima visita. 

Como comentaba anteriormente, desde el primer minuto ya notamos las profundas diferencias entre Australia e Indonesia: tráfico desbocado, trasiego constante de gente a todas horas, precios irrisorios, arquitectura y costumbre "exóticas",  gastronomía variada y ligera, etc. Todo un cambio en relación al mundo anglosajón ordenado que recorrimos durante las últimas semanas. 

Ceremonia balinesa

En Bali, conocida por tener más de 11.000 templos, la religiosidad se palpa en cada esquina: por todas partes se ven ofrendas consistentes en pequeños cuencos hechos con hojas de plátano y llenos de comida, flores e incienso. Los hay en las aceras, las puertas de las casas, los altares, etc. Además, los locales participan en muchas ceremonias religiosas y procesiones, todos ataviados con el traje tradicional balinés, camisa blanca y sarong amarillo (tanto hombres como mujeres). 

Para recorrer la isla, optamos por adaptarnos a las costumbres locales y alquilamos un scooter por 4€ diarios y empezamos nuestra visita por el mercado de Ubud. Allí, recorrimos los tenderetes que se alineaban con todo tipo de ropa y objetos que, mediante regateo, se podían comprar por la mitad o un tercio del precio inicial ofrecido por el vendedor. En el propio mercado probamos nuestro primer mié goreng, plato de fideos de arroz salteados con verduras. Nos gustó tanto el sitio que aún volvimos otra vez un par de días después. 

Bosque de los monos

Después, nos acercamos al Bosque de los Monos, un parque donde cientos de monos viven en libertad y campando a sus anchas, intentando por todos los medios robar la comida de los turistas. Eso sí, están estrechamente vigilados por cuidadores locales que, con la ayuda de tirachinas, los espantan si se ponen  osados o, incluso, agresivos. 

Al día siguiente, hicimos otra excursión por Ubud, visitando el Palacio y un templo y dando un paseo por los arrozales que rodean la ciudad, salpicada aquí y allá con villas y pequeños bungalows alquilados por turistas. Por la noche fuimos a ver un espectáculo de danza y música tradicional balineses, muy entretenido aunque cuesta acostumbrarse a la música con tantos cimbales y campanas. 

Danza balinesa

Nuestro recorrido más largo lo hicimos con nuestra excursión a la costa. Primero nos dirigimos al templo de Tanah Lot, uno de los más famosos de Bali. Ubicado en un promontorio rocoso a un centenar de metros de la costa, sólo es accesible en marea baja, cosa que ocurrió cuando llegamos. No obstante, solo pueden entrar en el los hinduistas, por lo que nos contentamos con rodearlo y dar un paseo por la playa y los alrededores. 

Posteriormente, nos dirigimos a la playa de Bingin, supuestamente una de las mejores de la isla. Tras un recorrido largo y enrevesado, llegamos a esta cala a tiempo para comer en un chiringuito elevado desde el que podíamos ver a decenas de surfistas deslizarse por las olas. La playa en sí está en un sitio privilegiado aunque como playa, es "normalita", al menos para los estándares gallegos: estrecha, arena gruesa, piedras en la orilla. Eso si, el agua estaba deliciosa. 

Tanah Lot

Otro día lo dedicamos al norte de Ubud, visitando los templos de Goa Gajah (cueva del Elefante) y Gunung Kawi Sebatu. Este último, más limpio y menos frecuentado, me pareció mucho más armonioso y próximo al espíritu balinés. Posteriormente, fuimos a los arrozales en terraza de Ceking, ya algo descafeinados por la masiva presencia de turistas, pero aún así bastante espectaculares si conseguías abstraerte de los columpios y adornos en forma de corazón colocados para instagramers

Arrozales en Ceking

Evidentemente, siempre intentábamos terminar nuestros días de visitas con un chapuzón en la piscina del hotel y una buena lectura en las correspondientes tumbonas, para reponer fuerzas y sacarnos el estrés de la carretera (en uno de los días estuvimos más de 4 horas en la moto, zigzagueando entre el tráfico de Bali). 

Nuestro siguiente destino, las islas Gili, lo comentaré en la sección de "Imprescindibles"; pero, como resumen a este extenso artículo, debo confesar que me hubiese quedado con gusto una semana o un mes más en Bali. A pesar de la gran cantidad de turistas, achacable a la época estival, es un destino que permite desconectar totalmente y que se presta a todo tipo de viajeros: los que buscan cultura y gastronomía, la tienen a raudales; los que quieren relax, tiene playas, piscinas, yoga y masajes; los que quieren fiesta o aventura, múltiples bares y excursiones les esperan. Esta isla ya está en mi top  3 de esta vuelta al mundo.


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