Nuestra última etapa por Nueva Zelanda nos llevó de nuevo a la costa este, que empezamos a recorrer en Dunedin.
Esta ciudad universitaria de tamaño medio fue fundada por colonos escoceses y nombrada en honor a la Dunedin de las Highlands. Aqui nos alcanzó finalmente el otoño y tuvimos nuestro primer día de nubes grises y chubascos, aunque no el último.
Para celebrar el cumpleaños de Gloria habíamos alquilado un pequeño apartamento, exquisitamente amueblado, con el fin de disfrutar de más comodidades que las escasas que existen en las autocaravanas: ducha caliente y a presión, sofá mullido, cama amplia y confortable. Si a todo ello se le suma un buen vino neozelandés (y realmente son muy buenos) , ya podéis imaginar cuánto agradecimos este "capricho".
En cuanto a la ciudad, tenía el aire de una ciudad de provincias, con algunos edificios interesantes, como la estación de tren o los Juzgados, pero siempre con ese toque de "pueblo" y desenfadado que se palpa en todo el país. Hay que decir que los neo-zelandeses no son demasiado aficionados a la moda; al contrario, les gusta la ropa informal y combinada de cualquier manera, muchas veces sin mucho criterio estético. Un atuendo que se repite a menudo es el de los pantalones cortos, katiuskas o botas de trabajo y sudadera. Tanto en ciudad como en el campo. Eso cuando no van directamente descalzos, algo que vimos con frecuencia en los supermercados o por la calle.
De camino a Christchurch, fuimos primero bordeando la costa y deteniéndonos en algunos pueblos pintorescos como Moeraki, donde se pueden ver curiosas rocas esféricas en la playa, u Oamaru, una pequeña ciudad que en a finales del siglo XIX tenía tantos habitantes como Los Ángeles, merced al comercio de productos agrícola y ganaderos. Ésta aún conserva bastantes edificios victorianos que dan cuenta del esplendor que tuvo la ciudad y ahora se ha convertido en una atracción turística con algunos festivales como el Steampunk Festival.
Después de Timaru, optamos por seguir la Inland Scenic de la Route 72, bordeando de lejos los Alpes del Sur, con el fin de romper un poco la monotonía de las llanuras agrícolas de esta parte de la isla y dar un último adiós a las montañas nevadas que nos habían acompañado durante las últimas semanas.
Nuestra Última noche de camping la pasamos en Akaroa, un pequeño pueblo situado en un antiguo volcan, al borde de una bahía tranquila y rodeado de montañas verdes. Este pueblo fue, en sus inicios, un asentamiento de colonos franceses y todavía muestra parte de ese origen en los nombres de sus calles y establecimientos.
Finalmente, llegamos a Christchurch y, tras devolver la furgoneta sin ningún rasguño, nos instalamos en un apartamento para pasar nuestros últimos días en país kiwi. Cuando nos acercamos al centro de la ciudad, nos quedamos perplejos por la falta de armonía el entorno urbano y la gran cantidad de edificios en obras. No parecía haber ningún topo de planificación urbana y se mezclaban edificios de estilos muy diferentes con parkings y jardines a medio hacer.
Fue al acercarnos a la catedral cuando entendimos la razon: la ciudad fue devastada por un terremoto en 2011 y todavia se está recuperando de ese desastre. Al parecer, los planes de reconstrucción tardarán todavía 20 años en completarse, aunque ingenio no les falta a la vista de la catedral transitoria que construyeron, hecha principalmente de cartón.
Catedral transitoria
Y aquí terminó nuestro viaje por Nueva Zelanda, a casi 20.000 kilómetros de distancia de Galicia. Este es el punto más alejado en el que estaremos en nuestro viaje (estamos de hecho en la otra punta del planeta) y, de ahora en adelante, todo el camino que recorramos será en dirección a casa. Me llevo un grato recuerdo de de este país, sobre todo por los increíbles paisajes que hemos cruzado y cuya grandiosidad no queda debidamente reflejada en las fotos.
Además, me ha sorprendido la amabilidad de la gente, especialmente con los turistas, y la facilidad para entablar conversación con cualquier persona. También me ha gustado el modo de vida sencillo de la gente local y la falta de desigualdad que se percibe en general, con una calidad de vida bastante alta.
Por último, a falta de souvenir, me llevo un recuerdo imborrable de la cultura maorí.. Nuestro próximo destino: Australia.