Little India
Un cruce entre Asia y Europa; un perfecto equilibrio entre tradición y modernización; una claea apuesta por la tecnología y la sostenibilidad; un crisol de razas, religiones y costumbres: así es Singapur, la bien llamada Perla de Asia.
El impoluto metro de Singapur Tras nuestro periplo por Indonesia, llegar a Singapur fue un bálsamo para la vista y los sentidos. Una ciudad impoluta, ordenada y eficiente nos esperaba tras aterrizar en el aeropuerto de Changi, uno de los más grandes del mundo y siempre el mejor valorado. Este estado-ciudad tiene unos 5 millones de habitantes, de los que tres cuartas partes son de origen chino y, el resto, de origen malayo, indio y europeo. Aquí, el tiempo es dinero y la productividad es la norma. No quiero decir con esto que anden estresados todo el día y no sepan disfrutar de la vida, al contrario. Pero sí se aprecian sentidiño a la hora de acometer proyectos, gusto por el trabajo bien hecho y rechazo a la dejadez. Todo un contraste con nuestro último destino.
Si el país es un ejemplo de prosperidad y crecimiento económico, no es menos Una de las múltiples prohibiciones del paiscierto que ha sido durante muchos años una cuasi-dictadura y, aún hoy, algunos derechos (asociación, expresión, prensa) están muy limitados, por no decir cercenados. Las multas y castigos son muy elevados para actos tan banales como mascar chicle (totalmente prohibido), conectarse a la web del vecino (10.000 dólares) o pasear desnudo por tu casa sin cerrar las cortinas. Ya no digamos la homosexualidad (2 años de cárcel) o el tráfico de drogas (pena de muerte). Es algo a tener en cuenta antes de poner el pie en este país.
Nuestra primera visita en Singapur fue el barrio indio, con sus casitas coloniales multicolores y sus calles llenas de tiendas y puestos de comida. Después nos dirigimos a la zona de la bahía, rodeada por el hotel y Centro Comercial Marina Sands (de arquitectura peculiar, foto de la portada), el centro financiero repleto de rascacielos, el muelle del Merlion (criatura mitológica con cabeza a de León y cola de pez, emblema de la ciudad) y el Centro de Congresos. Es un lugar perfecto para pasear y muy animado a cualquier hora del día y de la noche. De hecho, vale la pena acercarse a uno de los muelles para presenciar el espectáculo de luz y sonido que tiene lugar diariamente al caer la noche frente al Marina Sands.
Muelle del Marina Sands
Al día siguiente fuimos a los jardines botánicos que son Patrimonio de la humanidad y que albergan, además de múltiples especies de árboles y plantas, un jardín de orquídeas espectacular. A pesar del calor reinante y del bochorno omnipresentes en Singapur (las temperaturas no bajan nunca de los 25 grados en cualquier época del año), vale la pena recrearse y relajarse en este immenso parque que es una referencia mundial para botánicos y biólogos.
Otro de los lugares que no pueden faltar es Gardens by the Bay, un multimillonario proyecto en el que se construyeron, en terrenos ganados al mar, unos jardines sostenibles y con múltiples atracciones naturales. Una de ellas, el paseo elevado construido entre árboles artificiales, vale la pena por su singularidad y por las magníficas vistas que ofrece. Los dos immenso invernaderos de los jardines también son espectaculares al parecer, aunque nosotros no los visitamos.
Gardens by the Bay
Nuestra estancia en estuvo marcada por el Día Nacional de Singapur, lo que nos permitió vivir el ambiente festivo que envolvió la ciudad: desfiles, fuegos artificiales y miles de familias ataviadas con camisetas rojas para demostrar su patriotismo. Aunque los fuegos no estaban a la altura de los que tenemos en España, merecieron la pena por el marcó espectacular en el que tuvieron lugar.
Vale la pena mencionar que aquí los centros comerciales son omnipresentes y albergan todo tipo de tiendas y hawkers (lugares con puestos de comida variados y mesas comunes). Además, muchos están interconectados por pasillos y pasarelas, por lo que uno puede ir de un centro comercial a otro sin pisar la calle y sin tener que aguantar el sempiterno calor asfixiante.
Con todo lo que hay que ver y hacer en Singapur, 3 días fueron demasiado pocos, y con gusto nos hubiésemos quedado una semana entera. Hay innumerables museos en la ciudad, parques y zoológicos, zonas comerciales, una isla artificial con playa (Sentosa), todos los cuales merecerían una visita. Pero el viaje tiene que seguir y seguro que habrá una próxima ocasión.