20 May
20May

Tras el paso por Auckland para arreglar los problemas de nuestra furgoneta, pusimos rumbo al sur para visitar Hobbiton, capítulo que ya consigné en mi sección de “Imprescindibles “.

Atardecer kiwi

Nuestra siguiente parada fue Rotorua, un lago que suele ser un destino vacacional habitual para los neo-zelandeses. La ciudad, del mismo nombre, cuenta con algunos edificios emblemáticos como el Museo Te Whare Taonga o los Blue Baths (baños termales), pero ambos estaban cerrados cuando fuimos. En verdad, se notaba que la época estival había pasado y, salvo algunos visitantes ocasionales, la ciudad parecía aletargada y vacía. 

Aún así, nos dimos un buen paseo y pudimos comprobar que toda la zona se asienta sobre una antigua caldera y en todas partes se ven manantiales de aguas sulfurosas e hirvientes, tanto en parques como en jardines de casas particulares. Era bastante sorprendente ver las volutas de vapor por todas partes y pasear por zonas donde se siente el calor que desprenden las aguas termales, sobre todo cuando la temperatura exterior estaba por debajo de los 10°.

Aguas termales en Rotorua

Aunque más al sur se encuentra otro gran lago (Taupo) que también es un destino turístico preciado, lo pasamos de largo para dirigirnos al Parque Nacional Tongariro, uno de los mas importantes de Nueva Zelanda. Allí se encuentra una de las múltiples caminatas largas (tracks) que se pueden hacer en el país: el Tongariro Alpine Crossing. 

El Monte del Destino

Con unos 20 km de longitud, este sendero cruza el Parque subiendo hasta los 1.886 metros, pasando cerca del Monte Ngauruhoe, montaña que se hizo famosa por ser el Monte del Destino en El Señor de los Anillos. Nosotros, cautos, simplemente hicimos una parte del recorrido hasta las primeras rampas duras y, tras sacar unas cuantas fotos de rigor, volvimos a la furgoneta antes de que se pusiese el sol y la zona se transformase en Mordor.

Antes de llegar a Wellington, hicimos una parada en Whanganui, localidad costera donde pasamos un par de noches en una zona para autocaravanas al borde de un rio. Como todas las ciudades que visitamos, estaba impecable y con muchas zonas verdes, y aquí también aprovechamos para hacer senderismo en el Parque Nacional Whanganui. 

Antigua caldera de volcán 

Nuestra última etapa de la isla Norte fue Wellington, una pequeña ciudad portuaria que pasaría casi desapercibida si no fuese la capital del país. Encajada en una ría entre altos montes boscosos, destaca por su amplia oferta cultural y su ritmo de vida relajado. 

Nosotros aprovechamos nuestro día de visita para recorrer el centro, incluyendo Cuba Street, su calle peatonal, así como para visitar el Museo Te Papá, uno de los más representativos de Nueva Zelanda. Al igual que el de Auckland, este museo es multidisciplinar e incluye exposiciones de historia, artesanía, arte contemporáneo y ciencias naturales. 

Cable carComo buenos turistas, también cogimos el Cable Car, un funicular que nos llevó a Kelburn, a 120 metros de altitud, desde donde se tienen buenas vistas de la ciudad y de su parque principal, el Mount Victoria. 

Para nuestra última mañana antes de coger el ferry a la isla sur, mi intención era ir a Weta Cave, la productora de efectos especiales de El Señor de los Anillos, que estaba cerca de nuestro camping. Desafortunadamente, otro problema en la furgoneta (eléctrico está vez) nos obligó a esperar la llegada del electricista y nos dejó sin visita. 



A mediodía embarcamos con nuestra furgoneta en el ferry que nos llevaría a Picton, en la Isla Sur, navegando entre montañas por el agitado mar del estrecho de Cook. Y con esto acabó nuestra primera parte de viaja kiwi. Ahora, nuestro destino es la punta septentrional de Nueva Zelanda, à tiro de piedra de la Antártida. 

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