11 Jun
11Jun

Ya estamos en Australia, la tierra "descubierta" para el mundo por James Cook, pero que ya había sido explorada por holandeses, y avistada por marinos portugueses y españoles un par de siglos antes. Este país, que fue poblado en sus inicios por convictos británicos y, posteriormente, acogió a millones de emigrantes de todos los países del mundo, es reputado por ser un crisol de culturas y de razas, cosa que vamos a descubrir en las próximas semanas. 

Aterrizamos a principios de junio en Sydney, la ciudad más poblada de Oceanía con unos 5 millones de habitantes. Nuestro alojamiento, un desvencijado hostel de backpackers en el barrio de Potts Point, nos sirvió de base para la exploracion de la ciudad (posteriormente nos cambiamos a un apartamento algo más confortable). 

Los primeros paseos nos condujeron, inevitablemente, hacia la zona de los muelles y los dos emblemas de la ciudad: la Opera House y el Puente del Puerto de Sydney. Imágenes icónicas y globalmente conocidas, no defraudan lo más mínimo por su grandiosidad y su perfecta simbiosis con el entorno. La Ópera, en especial, tiene una historia bien peculiar pues fue sufragada con una lotería especial que cubrió prácticamente todo su coste; además, como todo monumento vanguardista que se precie, fue objeto de despiadadas críticas antes y durante su construcción, aunque hoy en día ya nadie duda del acierto que supuso para la ciudad. 

Ópera y puente de Sydney

Otras zonas que "pateamos" fueron Darlinghurst, Haymarket, una zona bastante animada y comercial, así como Chinatown. Mención especial merece el Queen Victoria Building, un edificio del siglo XIX repleto de tiendas y cafés, y con una decoración espectacular. Resulta curioso que todavía esté en pie, ya que fueron numerosos los planes para demolerlo, y resulta más incomprensible todavía que se pensara en hacerlo. 

Reloj del Queen Victoria BuildingComo el tiempo fue bastante inestable, e incluso algún día diluvió, aprovechamos los numerosos museos que hay en Sydney para conocer algo más de la historia y de la cultura local. Así, fuimos al Museo de Arte de Nueva Gales del Sur, al Museo del Mar, a ver una exposición sobre plantas carnívoras, y también aprovechamos para echar un vistazo a la Biblioteca central. Aclaro que visitamos bibliotecas en todos los países que visitamos, lo cual se ha convertido casi en un hobby (supongo que a algunos no les sorprenderá). 

Al igual que en Nueva Zelanda, nos llamó la atención la gran cantidad de espacios verdes que hay en la ciudad y lo bien cuidados que están los espacios públicos. No llega al nivel de NZ (bien es verdad que es dificil), pero sí se nota el gusto por el medio ambiente y la naturaleza. Otra de las similitudes con los kiwis es su afición por la vida sana y por el deporte. En todas partes se ve gente corriendo y raramente se ve a gente fumando, salvo las vapes; incluso muchas zonas públicas están libres de tabaco. 

Jardin botánico 

Nuestra visita a Sydney finalizó, una vez recogida nuestra campervan (una moderna Mercedes Sprinter), con un paseo por la archifamosa Bondi Beach, uno de los lugares de culto para todo surfista que se precie. Si bien tiene su carisma y olas que parecen ideales para el surf, no deja de ser, a ojos de un gallego, una playa más bien normalita, pequeña incluso para los estándares de Oceanía. Supongo que me falta flow o groove, pero es lo que tiene ser un profano en esto de deslizarse por las olas. 

Cangrejos gigantes en el mercado del puerto

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