Dos turistas en tuk-tuk
Nuestra estancia playera se acabó definitivamente el día en el que cogimos el ferry a Chumphon, un día lluvioso en el que nos despedimos del mar hasta nuestra vuelta a España. De la terminal del ferry cogimos una minivan que nos llevó hasta la estacion de tren con el tiempo justo para subir a nuestro tren hacia Bangkok.
Una vez llegados, todavia nos esperaba un largo viaje nocturno hasta Chiang Mai, en el norte de Tailandia, por lo que aprovechamos las horas muertas para dar un paseo y comprar algo de comida en uno de los miles de 7-Eleven que se pueden encontrar por la capital.
Tren nocturno a Chiang Mai
Nuestro vagón de literas no era recién salido de la fábrica, pero tampoco era de los peores en los que he viajado. Poco después de la salida de la estación, un revisor transformó los asientos en literas, por lo que no nos quedó mas remedio que embutirnos ambos en una sola litera para poder compartir la pantalla de la tablet y poder ver una película juntos. Entre el cansancio y el traqueteoddel tren, antes de las once ya estábamos durmiendo, arropados en nuestras mantas y con las cortinas cerradas para atenuar las luces del pasillo (eso sí, cada uno en su litera).
Wat Phan Tao
Sin hay algo por lo que es famosa Chiang Mai es por sus templos, y en verdad tuvimos una buena ración de ellos durante nuestra estancia: desde templos grandes (Wat Phra Singh) hasta templos más recogidos (Wat Phan Tao), pasando por templos de plata (Wat Sri Suphan) o chedis gigantescos (Wat Chedi Luang). Fuera de la ciudad también acudimos a Wat Phra That Doi Suthep, uno de los templos mas sagrados de Tailandia, o Wat Phalat, un santuario escondido en la jungla y poco frecuentado por turistas. En todos ellos los adornos dorados son la norma y las estatuas de Buda, omnipresentes. En alguno, incluso, tienen reproducciones en cera de monjes venerables, lo que no deja de ser un poco friki.
El "Madame Tussaud" de Chiang Mai
Otro de los grandes atractivos de Chiang Mai son sus mercados nocturnos, entre los que sobresalen los del sábado y el domingo. A diferencia de otros mercadillos, la variedad y la calidad son las señas de identidad de los cientos de puestos que se pueden recorrer en las calles especialmente cortadas al tráfico: parches decorativos, lámparas, camisetas, bolsos, objetos de cocina, pantalones, juguetes, y mucho más. Es cierto que a menudo el gentío es descomunal, pero bien vale la pena si uno tiene en mente comprar regalos originales u objetos decorativos para la casa. Ademas, los muchos food courts que se pueden encontrar a lo largo del camino proporcionan un alivio cuando aprieta el hambre o la sed.
Aprovechando los muchos días que estuvimos en la ciudad y la bien merecida fama de la gastronomía local, nos apuntamos a un curso de cocina tailandesa para salir un poco de la rutina de visitas. Nos recogieron en nuestro hotel y, tras una visita a un mercado local, fuimos a una casa en las afueras donde todo estaba dispuesto para nuestro aprendizaje: fogones, mesas de trabajo, ingredientes. Tras un pequeño refrigerio con otra pareja que se habia apuntado al curso, aprendimos a hacer curry, pad thai, sopa, noodles, mango con arroz pegajoso y té tailandés. Todo estaba muy sabroso y en s upunto de picante. Hasta nos dieron un diploma y un libto de recetas al acabar el cursillo! Toda una experiencia que recomiendo vivamente a quien visite Chian Mai.
Con las manos en la masa
Nuestra larga estancia terminó con una visita al Palacio de Invierno del Rey (prescindible, la verdad) y un pequeño contratiempo que se quedará en anécdota: bajando la montaña donde se ubica el Palacio, pinchamos la rueda trasera de la moto y tuvimos que hacer 15 kilómetros cuesta abajo (despacio) manteniendo un precario equilibrio en las curvas y rezando para que no se desintegrara el neumático, hasta que encontramos un taller donde cambiamos tanto la cámara de aire como la cubierta. Cosas que ocurren.
Para volver a Bangkok volvimos a coger un tren nocturno con literas, aunque esta vez nos tocó un tren más moderno y las 14 horas de viaje se hicieron más amenas. La capital de Tailandia fue, junto a Lima, la única ciudad de nuestro viaje en la que ya habiamos estad, pero con la diferencia de que aquí íbamos a quedarnos unos días. Como muchos de los monumentos y lugares más importantes ya los habíamos visitado en 2011, nos dedicamos a pasear y recordar "viejos tiempos", cogiendo los barcos que cruzan el río Chao Phraya, visitando el Mercado de las Flores, etc.
Wat Arun, Bangkok
Nuestra excursion principal la hicimos al famoso puente del rio Kwai, a unos 100 kilómetros al oeste de Bangkok. Lo primero que hay que saber es que ni el puente es el de la pelicula (pues la historia es ficticia) ni el río es el Kwai (era el Mae Klong). Pero las autoridades, en un alarde de visión empresarial y oportunismo, renombraron rio Kwai a in río donde había a un puente de la Segunda Guerra mundial todavia en pie. Magia Potagia!
Lo que sí fue bien real fue la construcción, a través de la jungla, del llamado Ferrocarril de la Muerte, durante la cual decenas de miles de prisioneros de guerra y trabajadores asiáticos perdieron la vida. Unos kilómetros antes del puente hay un gran cementerio con cientos de tumbas de soldados, asi como un buen museo explicativo (y sobrecogedor) sobre este hecho histórico.
El Puente sobre el río Kwai
Antes de dejar Tailandia optamos por visitar un mercado flotante (el más cercano a Bangkok y el menos turístico) y, la verdad, fue todo un acierto. Le dedicaré una reseña en mi sección de "Imprescindibles", siempre que la wifi me lo permita (a veces escribir el blog puede llegar a ser desesperante).
Esperando por la wifi