11 Apr
11Apr

Últimamente estoy un poco perezoso y me cuesta escribir el blog, por lo que voy a hacer una única entrada sobre nuestra estancia en Perú. Lo mismo me ocurre con las fotos  (en Ciudad de México saqué apenas una decena en 4 días), por lo que intentaré enmendarme en el futuro. 

Lo primero que tengo que comentar es que nuestro viaje por Perú ha sido marcado por los traslados en autobús, el medio de transporte más utilizado por los peruanos. No estoy hablando de buses como los de Guatemala, sino de autobuses modernos y muy confortables, con asientos que se reclinan hasta 160° y pantallas de televisión individuales. 

Aún así, la orografia del terreno implica la existencia de muchos desniveles y carreteras muy sinuosas, por lo que los trayectos suelen ser muy lentos. Por poner un ejemplo, desde Nasca a Arequipa hay 568km y nosotros tardamos (en bus nocturno) 10 horas en hacer el recorrido. Esto, a la larga, llega a ser duro y el cuerpo ya nos pide descanso. 

 Cruzando Perú en autobús 


Otro dato: aunque no sea la imagen que nos hacemos de Perú, gran parte de la costa del Pacifico sudamericano es desértica (lo mismo ocurre en Chile). Y hablo de desierto verdadero, con promedios de lluvia raquíticos, como las 3 horas de lluvia anuales que caen en Nasca. Por eso, no os sorprendáis con las fotos ni penséis que estamos en Marruecos. 

Dicho esto, voy con mi relato. Tras aterrizar en Lima provenientes de México, nos fuimos directos a la terminal de autobuses para coger un pasaje a Pisco, nuestra primera parada. Allí llegamos a la una de la mañana y, en taxi, nos fuimos directos al hotel. 

Pisco, la ciudad que da su nombre a la famosa bebida (pisco sour), no destaca precisamente por su belleza. Aunque cuenta con una playa bastante grande, la ciudad apenas presenta interés, quizás también debido al terremoto de 2007 que la devastó por completo. Lo bueno está en Paracas, a unos 15 kilómetros de Pisco. 

Pingüinos de Humboldt

Allí se encuentran la Reserva Natural de Paracas y las Islas Ballesta, un santuario de flora y fauna marinas. Así, a este pueblo nos dirigimos al segundo día de nuestra estancia, tras haber contratado un tour para ver las islas. 



El paseo en lancha no desmereció en absoluto y, además de paisajes sorprendentes  (incluido el Candelabro, un geoglifo de la cultura Paracas en la ledera de una montaña), pudimos observar multitud de aves como pelícanos, pingüinos de Humboldt, piqueros, así como colonias de lobos marinos con sus crías, algunos nadando cerca del bote. 

Tras el paseo y aprovechando que estábamos cerca, decidimos alquilar unas bicicletas y visitar la Reserva Natural. Aún estando la carretera en bastante mal estado, supongo que por la erosión, el recorrido era realmente asombroso, con arena y tierra rodeándonos por todas partes, dándonos la impresión de estar en medio del desierto (bueno, en parte lo estábamos ). 

Reserva Natural de Paracas


Cría de lobo marinoEn la Playa de Yumaque tuvimos la suerte de ver a una cría de lobo marino jugando en la orilla, de lo que Gloria sacó un vídeo que, desgraciadamente, no puedo subir. Más tarde, en la Playa Roja, así llamada por el color de la arena, nos paramos a almorzar unos bocadillos que habíamos traído y a descansar un poco, ya que los kilómetros y el sol empezaban a pesar. De hecho, tras haber visitado el Museo del Parque y regresado a Paracas con el trasero dolorido de tantas horas en bici, nos dimos cuenta que nos habíamos quemado un poco, y eso que ya estamos acostumbrados al sol. 




Nuestra siguiente etapa fue Nasca, a 4 horas y media de Pisco en bus. Al igual que ésta, Nasca no es una ciudad que tenga mucha relevancia en sí misma pero sus alrededores sí son dignos de ser visitados.  Como sólo teníamos un día aprovechable, fuimos a dar un pequeño tour guiado por las famosas líneas de Nasca, incluyendo una visita al museo de Maria Reiche, la investigadora alemana que dedicó su vida al estudio de estas líneas. 

Líneas de Nasca


Lo  curioso de estos geoglifos, además de su extensión, es el hecho de que unos dibujos tan superficiales (apenas unos centímetros de profundidad) hayan pervivido tantos siglos. La explicación, aparentemente, está en la nula pluviosidad en la zona y en los pequeños remolinos de aire que va "limpiando" el desierto continuamente. Nuestro día lo finalizamos con una sesión en el Planetario del hotel Nazca Lines, que ofrece una explicación racional del significado de las líneas y su relación con las constelaciones. 

Finalmente, nuestra última parada en Perú fue Arequipa, la "ciudad blanca", que yo había visitado con mi hermano en enero de 2002, unos meses después del terremoto que la asoló en junio de 2001.

Arequipa


Desde entonces  la ciudad ha sido totalmente reconstruida, incluyendo la torre izquierda de su catedral, que se había derrumbado completamente. Sus calles lucen ahora espléndidas y es una delicia pasear por ellas, ya que Arequipa ofrece muchos atractivos a los visitantes, con edificios coloniales de piedra muy bien conservados y varios miradores en los que se puede contemplar la ciudad al pie del volcan Misti.

Al segundo día de nuestra estancia hicimos una visita guiada al Cañón del Colca, uno de los más profundos del mundo. Tras levantarnos a las 2 de la mañana (si, lo habéis leído bien), nos recogió el autobus a las 2:20 y a las 3 estábamos saliendo de la ciudad. Tras varias horas de trayecto, llegamos primero al Mirador de los Andes, a una altitud de 4.910 metros sobre el nivel del mar, es decir, algo más alto que el Mont-Blanc.

A continuación, bajamos hasta Vichay, donde emprendimos la ruta que serpentea por el Valle del Colca, con sus terrazas cultivadas, parando en algunos pueblos, hasta llegar al mirador de la Cruz del Cóndor. Allí, pudimos ver el vuelo majestuoso de este ave de gran envergadura, que realmente impresiona cuando lo ves de cerca. Ese punto también es el de mayor profundidad del Cañón, con más de 3.400 metros de desnivel. 

Valle del Colca


Tras un almuerzo en un pequeño restaurante, hicimos una parada en las termas de Chacapi, donde pudimos solazarnos un rato en unas piscinas de agua caliente, un descanso bien merecido tras una larga jornada. Ya a la vuelta, pudimos ver rebaños de alpacas, llamas y guanacos, animales característicos de la zona. 

Nuestro último día en Arequipa y Perú, salvo un breve paseo a la oficina de Correos, lo dedicamos a descansar y reponernos de la maratoniana jornada del Colca. 

Dicho todo esto, me reafirmo en lo que comentaba al principio e intentaré, a partir de ahora, escribir con más regularidad en el blog. Eso sí, no prometo nada. 


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