Uno de los lugares que teníamos en mente cuando planificamos nuestro viaje era el desierto de Atacama. Lugar de impresionantes paisajes, energías positivas y encanto sobrenatural, está región recóndita de Chile no defraudó nuestras expectativas.
Tras una larga noche de autobús (una más), llegamos por la mañana a San Pedro de Atacama, epicentro de todas las excursiones que se pueden realizar en la región. Tras posar nuestras mochilas en el apartamento que habíamos alquilado y después de un desayuno reconstituyente, fuimos a hacer una visita al pueblo, para empaparnos del ambiente y hacer nuestra compra de víveres habitual.
San Pedro, situado a 2.500 metros sobre el nivel del mar, es una pequeña población de casas de adobe en su mayoría, con una calle principal semi-peatonal (la calle Caracoles) y una bonita plaza central que cuenta con una iglesia que tiene 5 siglos y que ha sido recientemente restaurada. A pesar de su reducido tamaño, el ambiente es bullicioso merced a los muchos turistas que afluyen desde todos los rincones del mundo, sobre todo desde Brasil, Francia y Alemania.
Las actividades que se pueden realizar son múltiples, desde excursiones al Salar del Uyuni en Bolivia (3 o 4 días) hasta paseos en bicicleta o caballo de unas horas. Nosotros teníamos claro que no queríamos hacer días dobles, es decir, excursiones mañana y tarde, y así se lo habíamos comentado a nuestra anfitriona, que también tenía agencia turística.
Aunque nuestra intención inicial para el primer día era hacer un tour astronómico para observar las estrellas, nuestro plan cayó al agua ya que estábamos casi en luna llena y nos indicaron que la visibilidad nocturna iba a ser escasa.
Así, nuestro primer tour fue al Valle de la Luna, ubicado a pocos kilómetros de San Pedro. El paisaje que descubrimos nos dejó sin aliento: montañas rojizas cuarteadas y salpicadas de vetas blancas (por la sal), dunas immensas de arena oscura, formaciones rocosas con formas imposibles y extensiones sin fin de cristales de sal. Realmente teníamos la impresión de estar sobre otro planeta (de ahí el título de esta entrada).
Este primer tour terminó en lo alto de una meseta para admirar la puesta de sol, aunque las nubes y las muchedumbres nos impidieron disfrutar plenamente del espectáculo.
Hablando de otros planetas, también tengo que comentar que a pocos kilómetros de San Pedro de Atacama se encuentra el ALMA, el mayor observatorio astronómico del mundo, compuesto por 66 antenas y financiado por muchos países, entre otros la Unión Europea. El ALMA se puede visitar, aunque nosotros no tuvimos tiempo de hacerlo.
El segundo día, alquilé una bicicleta y me fui a recorrer, por carreteras polvorientas y pedregosas, la ruta que lleva a Catarpe. Este recorrido me llevó en primer lugar al Pucará de Quitor, una antigua fortaleza inca construida sobre el lomo de una montaña. Sin ser demasiado espectacular, si es interesante por el entorno y los diferentes miradores a los que se puede acceder por un camino serpenteante.
Ruta à Catarpe
Después, puse rumbo al túnel de Catarpe y, tras una ascensión a pie agotadora (demasiado desnivel) empujando la bicicleta, pude disfrutar de unas buenas vistas a casi 3.000 metros de altitud. La bajada, eso si, fue más divertida, aunque también más peligrosa.
Garganta del DiabloFinalmente, acabé mi pequeño paseo en la Garganta del Diablo, la cual me recordaba vagamente - y salvando las distancias--al Siq, la garganta que conduce a la ciudad de Petra. Esta era más modesta y no tan espectacular, pero tenía su gracia, sobre todo porque la vuelta la hice prácticamente sin pedalear gracias al ligero desnivel que hay entre el final y el principio del recorrido.
Eso si, cuando llegué al apartamento, no sentía ni las piernas ni el trasero...
Nuestro último día lo dedicamos a visitar las Lagunas Altiplanicas y el Salar de Atacama. En esta ocasión, tuvimos la suerte de hacerlo con el novio de nuestra anfitriona, en un tour privado. Gregorio, pues ese es su nombre, nos recogió a las 7 de la mañana en su todo-terreno y nos llevó primero hasta las lagunas Miscanti y Miñiques, situadas a 4.200 metros de altitud.
Tras un entretenido desayuno en el que Gregorio nos contó su vida, pudimos pasear cerca de las lagunas y sacar unas fotos bastante logradas como las que os dejo a continuacion:
Posteriormente, pusimos rumbo al Salar de Atacama y, más concretamente, a la Laguna Chacsa, único punto visitable de todo la extensión del Salar (1.000 kilómetros cuadrados) . Aquí pudimos comprender un poco más el proceso de formación de la sal y la geología de toda la región, salpicada de volcanes y montañas. Además pudimos observar algunos flamencos que seguían presentes en la laguna, antes de emprender su vuelo hacia Norteamérica.
Ni que decir tiene que los paisajes en esta excursión y en todo momento, fueron grandiosos. Además, en esta ocasión íbamos prácticamente solos por la carretera, por lo que la sensación de soledad e inmensidad eran realmente apabullantes. La densidad de población en esta región es ínfima y los pocos pueblos que vimos en los más de 250 kilómetros recorridos no pasarían de un par de miles de habitantes cada uno.
Por si fuera poco, durante el trayecto tuvimos mucha suerte al poder divisar, no sólo guanacos salvajes, sino también ñandúes (los llaman suris), unas aves parecidas a las avestruces, aunque de tamaño más reducido.
Aunque nos quedamos 4 días en San Pedro de Atacama, no exagero si digo que 10 días no serían suficientes para ver y disfrutar de todas las maravillas que ofrece este lugar. De hecho, me quedé con las ganas de subir a algún volcan y de hacer un recorrido por uno de los muchos cañones que hay en las immediaciones del pueblo. Pero sé que algún día volveremos, por lo que me fui con el espíritu tranquilo y lleno de energías positivas (o eso quiero creer).